Dale Carnegie afirma que cualquier hombre es capaz de hablar cuando se excita. Alega que casi cualquier persona puede hablar en público pasaderamente si tiene confianza en sí misma y una idea de que hablar. La mejor manera de lograr confianza en sí mismo, dice, es hacer lo que tenemos que hacer, y dejar una estela de experiencias felices. Por esto obliga a todos sus alumnos a hablar todos los días de clase. Los alumnos lo hacen de buena gana. Todos están en el mismo barco, y por la práctica constante nutren su valor, confianza y entusiasmo, del que ya no se desprenderán jamás. Aunque todos los hombres no tienen precisión de ser oradores, ni escritores públicos, o carecen de aptitud o disposición para estos oficios; sin embargo, tendrán muchos de ellos, en diferentes situaciones de la fortuna y destinos de la vida civil, ocasiones de acreditar con el imperio de la palabra su mérito, su puesto, su estado, su poder o su talento.