”Espurina, un Arúspice que leía el futuro en las entrañas de los animales sacrificados, aconsejo a Julio César que se guardara "de un peligro que no se aplazaría más allá de los idus de marzo". Aquel presagio coincidía con la atmósfera enrarecida que en aquellos días pesaba sobre la figura del hombre más poderoso de Roma. Nombrado dictador vitalicio, Julio César se había granjeado la animadversión de aquellos que veían en él una amenaza para sus intereses. Pero, vencedor en mil batallas, el líder romano hizo caso omiso de aquellos funestos pronósticos y aquel 15 de marzo del año 44 A.C acudió al foro donde debía asistir a una reunión con un grupo de senadores. En los puñales de aquellos notables encontró la muerte".