FILIPO II DE MACEDONIA, CUYA IMPORTANCIA HISTÓRICA HA quedado ensombrecida por la descomunal figura de su hijo Alejandro Magno, fue responsable de un hito extraordinario: convertir el reino de Macedonia, que en el siglo iv a.C. era considerado por el resto de polis y estados griegos un territorio atrasado y poblado por bárbaros, en la potencia hegemónica de la Helada. Un ejército temible -fundamentado en una brillante innovación táctica de la falange, unas arcas bien surtidas de oro y plata y, sobre todo, una autoridad absoluta encarnada en el propio rey Filipo, sentaron las bases de una Macedonia poderosa que con Alejandro Magno alcanzaría el cénit de su gloria.