Si la felicidad, como nos enseña Osho, es la naturaleza básica de la vida, la alegría es su dimensión espiritual. A través de ella comenzamos a entender nuestro valor intrínseco y nuestro sitio en el universo.
Aceptar la alegría es tomar la decisión de fluir con el río de la vida, dar gracias por estar vivo y por todas las oportunidades y transformaciones que nos brinda la existencia, y, en contra de lo que piensan muchos, no es poner condiciones o plantear exigencias a la felicidad.